Escribe: Lita Velasco Asenjo
Inicialmente su fecha de celebración se fijó para el 18 de octubre de 1944. Conoce más sobre su historia y antecedentes.
Los orígenes de la música criolla se remontan a la danza y cantos creados por los afroperuanos. Según Manuel Acosta Ojeda, a ellos se debe gran parte de las melodías y letras que hoy constituyen nuestro patrimonio musical.
Así tenemos el festejo, la polca, el tondero, la marinera, el valse y otros ritmos de la costa que, al igual que en otros procesos culturales, se fueron moldeando y recibiendo influencias hasta encontrar su propio camino.
Nuestra música criolla, como lo expresan los estudiosos de su evolución, obedeció a la necesidad de expresión de una gran masa. En este caso, la negra, mestiza, andina, criolla. Al principio, fue discriminada, considerada “poco decente”, hasta que finalmente recibió el reconocimiento de esos mismos grupos que la empujaban fuera de los salones aristocráticos.
ANTECEDENTES
¿Qué se entiende por música criolla? Sobre la palabra de origen (criollo) existen muchos conceptos. Garcilaso de la Vega sostiene en sus “Comentarios Reales”: “son los hijos de español y de española nacidos allá dicen criollo o criolla, por decir que son los nacidos en Indias. Es nombre que inventaron los negros».
Jean Corominas en su Diccionario Etimológico destaca que es una derivación del portugés «crioulo» que quiere decir (en aquel tiempo), «blanco nacido de las colonias».
El Dicccionario de la Lengua Española señala: “se decía de la persona de raza negra nacida en tales territorios, por oposición a la que había sido llevada de África como esclava… Idiomas que han surgido en comunidades precisadas a convivir con otras comunidades de lengua diversa y que están constituidas por elementos procedentes de ambas lenguas”.
Ricardo Miranda Tarrillo, en sus «50 Años de Música Criolla», concluye que el término pasa más tarde a ser utilizado por todo aquel «…nacido en América, hijo de español y española; de español con nativas, mestizas y negras; de mestizo con blanca; de mulatos con indias; todos ello producto de esta indescifrable mixtura racial».
“Su significado actual es limeño o, por extensión, costeño, de cualquier cuna, que dice, piensa y actúa de acuerdo a un conjunto dado de tradiciones y costumbres nacionales. Pero, a condición, como lo sostiene Francois Borricaud, de que no sean indígenas. En consecuencia, criollo en nuestra época es todo aquello que involucra usos y costumbres, comida, música y bailes de factura limeña. (Miranda Tarrillo).
Esa mixtura, de la que habla Miranda, se inicia con la llegada de los españoles, que traen también sus costumbres, entre ellas la música. A ello se suma el aporte de los africanos que se asientan en Lima.
Al respecto, Manuel Acosta Ojeda argumenta que “los primeros paisanos negros tuvieron que crear su música y sus danzas, también de acuerdo con la región peruana en que se encontraban, no pudiendo escapar de la poderosa influencia de las costumbres musicales y danzarias del indígena peruano; además de las del entorno sociogeográfico”.
Puntualiza que, “al igual que el negro de Estados Unidos de América, creador del “spiritual” y el blues, el negro, en vías de peruanización, tuvo que crear melodías y letras donde reflejara su estado de ánimo, en el que latía el inhumano trato del amo, mucho antes de la frenética música bailable que se le atribuye”.
Estos negros procedían de Angola, Congo y Mozambique y su idioma era el “quimbundo”. Es gracias a ellos que la costa central se vio enriquecida con sus ritmos y variedades, como la Zamacueca, Resbalosa, Socavón, Pan alivio, Ague´nieve, Festejo, Landó, Pregones, Son de los diablos, Contrapunto de zapateo, Inga y otros. Más al norte crearon la Zaña y los bailes de la “pava” y “undu”, voz que devendría en “undero”, y de ahí “tondero”
En cuanto al valse -considerado como el elemento central de nuestra música costeña y por ende, criolla- deviene del vals vienés, introducido en los barrios populares limeños a mitad del siglo XIX. Al principio comenzó sólo como una recatada melodía, hasta que finalmente recibe la influencia del criollo que le pone letras, le transmite su tristeza, alegría, picardía, un tono más jaranero y saleroso.
UN DIA PARA CELEBRAR
En sus inicios, la música criolla se desarrollaba en los barrios populares limeños. En Malambo (Rímac), en los Barrios Altos, en Monserrate (Cercado), ahí donde estaba la gente más humilde. Por algo se dice que nació pobre y discriminada. Sin embargo, poco a poco se fue asentando para finalmente ser aceptada y asumida como patrimonio cultural peruano.
Ya no estaba reservada para las fiestas o jaranas populares, sino que se convierte en un género de moda. Se presenta en las actuaciones públicas, en las verbenas municipales e incluso se organizan festivales en el teatro Municipal. Su auge es tal que reclama un lugar propio, un día para ser homenajeada.
A través de movimientos populares, encabezados por el periodista del diario “El Comercio” Juan Manuel Carrera, se demanda la instauración de un día para enaltecer y difundir nuestra música. En respuesta a las solicitudes, el entonces Presidente de la República, Manuel Prado Ugarteche, mediante una Resolución Suprema, fechada el 18 de octubre de 1944, promulga el tan ansiado Día de la Canción Criolla. Dentro de la norma se expresa, entre otros puntos, que “el arte popular contribuye al afianzamiento de una conciencia nacionalista por lo que conviene estimular sus manifestaciones”.
Teniendo en cuenta la primera salida de la procesión del Señor de los Milagros, la fecha del 18 de octubre, establecida para celebrar el Día de la Canción Criolla, tuvo que ser cambiada para el 31.
LIMA FESTEJA POR PRIMERA VEZ
En “El Comercio” del 9 de octubre de 1987, el columnista Gonzalo Tealdo hace memoria de los festejos de ese primer día de fiesta nacional. “Se celebró por primera vez en la esquina de los jirones Huánuco y Antonio Miró Quesada, vale decir las calles de Acequia de Islas y Naranjos, en los altos, casa donde nació y murió Rómulo Sessarego, el bien recordado cameraman y fotógrafo, cuya gran afición le permitió donar antes de su muerte, un valioso acopio al Ministerio de Educación. Sessarego alquiló esa finca de dos pisos al Centro Musical Carlos A. Saco, atendiéndose a su gran amistad con Juan Manuel Carrera, vecino conspicuo de los Barrios Altos y presidente de la institución.”
Ese mismo diario comenta que, Manuel Carrera, dos días antes de conocerse la resolución, preparó un memorial que hizo circular en una frejolada ofrecida en el Centro Musical “Carlos A. Saco”. Dentro de los firmantes figuraban el diputado por Lima Felipe Andrade, Elvira Miró Quesada, Alejandro Ayarza “Karamanduka”, Fernando Graña Elizalde, Jorge Carcovich y otros.
Con la expedición de la ley, los limeños celebraron en grande. La noche del 31, ante una multitud de más de cinco mil personas, mayormente vecinos de los Barrios Altos, se dio inicio a la verbena criolla que tuvo como escenario el balcón del centro musical “Carlos Saco”, desde donde el Presidente de la República dio lectura al Decreto Supremo que creaba el Día de la Canción Criolla.
Como propulsor de la iniciativa, el periodista Carrera se dirigió al público y abrió el desfile de astros y estrellas del cancionero limeño, encabezados por “La Limeñita y Ascoy”, que iniciaron su actuación cantando el vals de Ayarza “La Palizada”. También estuvieron presentes, entre otros, Teresita Arce, Carlos Pacheco, así como los hermanos Augusto y Elías Ascuez,.
Aurelio Collantes, investigador de la música popular en el país, señala que se escogió el 31 de octubre no sólo para celebrar el acontecimiento, sino para realizar al día siguiente (1 de noviembre) una romería para recordar y tributar el homenaje a los compositores y músicos fallecidos.
En el Parque Universitario, el centro musical Felipe Pinglo Alva organizó también otra verbena, lo mismo sucedió en la Plazoleta de Malambito en el Rímac, en el centro musical Pedro A. Bocanegra. Igualmente, en la plaza de Armas de La Victoria (hoy Manco Cápac), Alameda de los Descalzos y en la plaza del Óvalo del Callao.
A partir de 1950, la fiesta se popularizó y eran los centros musicales los encargados de organizarlas. Los limeños se preparaban todo el año para homenajear al criollismo. Se armaba la jarana también en las casas, parques o en las calles, cualquier lugar era bueno para festejar con bailes y cantos, guitarras y cajón.
La influencia del Halloween y otros ritmos foráneos, la falta de nuevos valores e incentivos para defender nuestro patrimonio cultural, hicieron que esta magia fuera desapareciendo. Hoy el Día de la Canción Criolla se festeja en los pocos centros musicales que existen, en las Peñas Turísticas y algunos restaurantes. Como bien lo dice con nostalgia y preocupación el maestro Manuel Acosta Ojeda: “Ha dejado de pertenecer a las calles, cuando sus canciones contaban las venturas y desventuras de los callejones de una Lima que ha quedado en la historia. Somos los costeños bien nacidos quienes estamos obligados a defenderla. Soberanía también es nuestra autoestima, nuestra personalidad, lo que nos caracteriza, lo que nos identifica”.
FUENTES:
ACOSTA OJEDA, Manuel: “Nuestra Música”, Diario “El Peruano” -Suplemento Variedades, 2009
LlORENS AMICO, José Antonio-CHOCANO PAREDES, Rodrigo: “Celajes, florestas y secretos”: Una historia del vals popular limeño, Instituto Nacional de Cultura, 2009
MIRANDA TARRILLO, Ricardo: “Música Criolla del Perú – Breve Historia”, Ministerio de Educación, 1989
DICCIONARIO DE LENGUA ESPAÑOLA, Vigésima Segunda Edición,
ZANUTELLI ROSAS, Manuel: “Canción Criolla-Memoria de los nuestro”, “Felipe Pinglo…a un siglo de distancia”, Diario El Sol, 1999.
GALVEZ BARRENECHEA, José: “Una Lima que se va”, Editorial Continental
TEALDO, Gonzalo: Diario “El Comercio”, 9 de octubre de 1987
Imagenes: Camilo Blas
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